Siempre hay un delicado soplo de aire en los mundos imaginados de mi mente. El lugar hacia donde escapo es un espacio que ya se ha pisado, un instante conquistado en la guerra universal del tiempo siempre apresurado.
Hay una brecha entre las horas fatigosas de la no poesía y la cotidianidad de admirada poética. Entre la vida mecánica del humanoide urbano y la etérea ligereza de las almas libres. Y sobre ella salto como niña sobre una cuerda, de un extremo a otro de la baldosa que se va haciendo más fuerte con cada impacto.
Hay un vuelo sincero y necesario, corredor entre escenarios. Hay un azul en el que zambullirse los días que quedan entre el paréntesis de la normalidad. Saltar desde una cala enmudecida al mar, bordear los acantilados del mediterráneo, pasear bajo los árboles de tu mano.