Despunta el sol en Rascafría después de una noche de lluvia empecinada. Ahora el bosque permanece en un silencio que sólo rompen las pequeñas gotas que se precipitan al suelo. Algún pájaro madrugador cruza el ventanal con impaciente prisa. En la habitación se queda prisionero el sonido de su respiración lenta. Cuando salgo de la ducha ya huele al café que alguien tuesta en la cocina, pero él bosteza perezoso aún entre las sábanas, con la misma excitación en la mirada que una noche de Reyes. ¡Hoy es nuestro día!
En el pasillo comienzan a abrirse las puertas y caras conocidas llegan al comedor como en cuenta gotas. Desayunamos en la gran mesa, en confiada hermandad mientras el otoño se presenta con todo su esplendor detrás del enorme cristal. Es confortable sentirse cerca de la familia, hacer de un lugar extraño un hogar ocasional donde unos van y vienen, acompañados o en soledad, rodeados por las risas y carreras de los más pequeños, al calor de la lumbre o sobre la humedad de la hierba.
Un manto de color nos envuelve bajo el cielo gris, corre raudo y frío el riachuelo al pie de la colina, mientras recuerdo que el día es tal y como lo habíamos soñado: otoñal, húmedo, gris y de una calidez entrañable. Quisiera poder describir la imposible sinfonía de colores de las hojas, el cristal de la lluvia sobre nuestras cabezas, el sonido bajo nuestros pasos y el calor del sol que tímidamente sale y vuelve a esconderse, igual que quisiera frenar esta sonrisa que se asoma a mi boca ensanchándola y haciéndola tan infinita como anatómicamente le es posible, queriéndose agrandar tanto como mi corazón. Veo manos temblorosas y ojos ahumados, y detrás de ellos la ilusión de compartir con nosotros este cachito de vida, este momento que queremos hacer de belleza eterna para el recuerdo.
Ya el altar con sus flores y su luz está preparado. Cojo el ramo que hice inspirándome en la historia de amor más bonita del mundo que jamás conocí y hoy me vela por encima de las nubes. Tomo el brazo de mi padre, suena «Moon River» en el dúo de cuerda y las niñas más bonita lanzan pétalos al aire. Algo en mi interior estalla como si de repente se perdieran las fronteras entre la realidad y el sueño, quisiera llorar pero el amor no me da opción a las lágrimas, apoyo las flores sobre mis rodillas y tomo su mano, ¿quién ha parado todos los relojes?
Miro alrededor y veo rostros queridos que nos arropan y ponen su chispa a esta fiesta de felicidad. Personas que son un poco o mucho nosotros mismos, que nos han acompañado en distintas etapas de nuestra vida y hoy, desde diferentes rutas, llegan a nosotros como punto de destino. Dispares y amigas, son a ellas a quienes queríamos tener cerca y por ellas todo cuanto hacemos aquí cobra un sentido. Nos sentimos desbordados por tanto amor, por sus miradas de ilusión, por su abrazo sincero, por haber estado pero, sobre todo, por querer seguir formando parte de nuestra historia en el mundo. Y creedme que no hay un «gracias» suficientemente hermoso para dejar sobre sus manos. Porque, ¿no es hoy el día más bonito del mundo? La fiesta del amor, la oda a los románticos, el pequeño teatro del corazón. ¿No es hoy el día en que todos los tiempos suceden y las historias confluyen, donde somos todos y uno, y desdibujamos los límites de la carne? Qué pena siento ahora por los que perdieron su fe en el amor, porque se han privado de vivir en los días de felicidad crónica. Y nosotros, como niños, coloreamos la primera página de un libro fantástico, de nuestro propio cuento de amor.
Vestido novia: Otaduy. / Accesorios novia: Uterqüe. / Zapatos novia: La Coquetería. / Traje novio: Massimo Dutti Personal Tailor. / Accesorios novio: Pin Veil, Star Wars. / Ubicación: Finca Prados Riveros. / Catering: Artigot. / Fotografía: True Romance Photography. / Ramo: Oh Mama Flora!